Estos asquerosos bichitos, que cada que vemos uno nos entra una tentación irrefrenable de pisarlo, realizan un trabajo muy importante en nuestro suelo. Existen dos tipos de lombrices: la del abono, que tiene un color rojo y suele medir 8 cm y la de tierra, que es más grande. Estas lombrices las encontramos en la superficie de la tierra.
Estos bichitos cavan galerías sin parar en busca de comida provocando que la tierra esté ventilada y favoreciendo la microfauna.
Cuando el suelo es arcilloso, las lombrices son las mejores a la hora de descompactarlos.
Los agujeros que realizan mejoran el drenaje del suelo y también la capacidad para retener las aguas de la lluvia.
Las lombrices se alimentan de nutrientes que desechan en forma de humus (que está considerado como uno de los mejores fertilizantes naturales que hay). El humus de lombriz multiplica por 10 la cantidad en potasio de un suelo normal, por siete en fósforo y por cinco en nitrógeno.
Este fertilizante lo podemos comprar o conseguirlo con un vermicompostador, que consiste en la transformación de la materia orgánica en abono natural de una gran calidad, al que se llama humus de lombriz.
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